viernes, 4 de junio de 2021

Rosal inglés

 

Rosal inglés

            Quise cortar la flor

más tierna del rosal

Mecano

La belleza siempre nos hace mirar, actuar, ir más allá. Aquel rosal cuajado de rosas nuevas, todas de un mismo brote y cada una de un color, todas iguales y distintas, era demasiado hermoso para no para no pararse a mirarlo. Seguí el paseo sin dejar de pensar en sus matices, en cómo debían de oler aquellas flores. Volví por mis pasos con una sola idea, conseguir un pedazo de él, una rosa, lo que fuera.  Sería mío. Tengo las manos pequeñas, la alambrada no era un problema. Cuando estuve delante de las rosas decidí llamar a la puerta y pedir, tal vez rogar, qué importaba.

Me habría dado un pedazo del que quisiera, la casa estaba rodeada de rosales, tantos colores, tantas flores perfectas, tanta proporción matemática. Aquel rosal tenía historia como todo lo que está vivo la tiene. Una historia antigua de gentes que ya no están, que plantaron rosas, que las cortaron, que hicieron con ellas un ramo para una boda, que quedaron para siempre en una foto entre las manos de una novia. Una historia antigua que hizo llorar a los que quedan, a los que estamos, a los que recuerdan, a los que imaginamos, a los que pensamos en el tiempo, en la vida y en las rosas.

Llegué a casa con un rosal nuevo entre las manos, lo planté, deseé que sus raíces se agarraran a la tierra, como mis manos agarraban el tallo tan débil y tan fuerte como todo lo que comienza. Mis manos tan pequeñas que se habrían colado por un hueco, que habrían peleado por lo que no les pertenecía como si fuera suyo desde siempre, como si solo lo que no es nuestro fuera objeto de deseo, como si el amor fuera un derecho que se ejerce y no un deber que obliga.

Y se agarró a la tierra como hace la vida que comienza. Era un rosal inglés y me regaló una rosa nueva, porque solo se ama lo que te regalan no lo que se toma por la fuerza, lo que es nuestro desde siempre. La vida es como esa rosa nueva, porque la vida está llena de metáforas.


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