miércoles, 30 de junio de 2021

 

Sevilla, 29 de junio de 2021

Estimados alumnos, estimados compañeros, estimadas familias:

¡Enhorabuena! La primera palabra que queremos que oigáis hoy no puede ser otra, porque los que estáis aquí sentados acabáis de conseguir el título de graduado en ESO.

Cuando empecé a pensar en lo que os diría y vi las primeras palabras que había escrito yo misma me tuve que reír pensando en todas las veces que había repetido ese encabezamiento durante este curso. Nadie escribe hoy en día cartas, cuando las vemos en los libros nos parecen algo tan antiguo y tan alejado de nuestra vida cotidiana que se nos olvida que lo hacemos constantemente aunque de otra forma. Este año, todos hemos batido records  de correos enviados de Séneca, de Classroom y esta despedida no podía tener otra forma que la de una carta, esta vez con sobre y papel como se hace en las novelas, como los tutores y la orientadora os hemos animado a hacer para dentro de diez años. Aunque como os dije en clase si yo escribiera una carta lo haría para el tiempo que tardase en hacerla llegar, así que como soy una impaciente os he escrito esta carta para hoy mismo.

Creo que hablo por todos los profesores cuando digo que estamos orgullosos de vosotros porque habéis conseguido terminar la ESO en el año más difícil que podemos recordar. Difícil por muchos motivos, porque no solo se os ha pedido que estudiéis y que hagáis las tareas, porque en eso consiste ser estudiante, se os ha pedido que os adaptéis a las novedades de este curso de un día para otro, que vengáis en días alternos, que trabajéis desde casa, que os hagáis inseparables del classroom, con sus mensajes, sus tareas con fecha de entrega, que a veces llegaban con uno o dos minutos de retraso, quién sabe porqué, con esos materiales que querían suplir todo lo que no se podía hacer en clase: fichas, fotocopias, documentales, vídeos con explicaciones de dos minutos, no fuera a ser que se quedaran colgados. Se os ha pedido que confiéis en la tecnología, en el ordenador, en la tablet, en el móvil, en el wifi y que tengáis disciplina y autonomía para organizaros por vuestra cuenta.

Por no hablar de todas las cosas que se han quedado por el camino, con el protocolo COVID: “no te acerques al compañero”, “no os juntéis con los de la otra clase”, “no le pidas el bolígrafo a nadie”, “espera que te echo desinfectante”, “no me acuerdo si me he echado desinfectante y te he escrito en el cuaderno”, “no te puedes cambiar de sitio”, “¿excursiones?, no este año, no”…

Se os ha pedido todo eso y lo habéis hecho.

Decía C. S. Lewis, el autor de Las crónicas de Narnia, una frase que yo me he repetido durante el curso y que estuvo incluso colgada en unos murales a la entrada del centro:

“Las dificultades preparan a personas comunes para destinos extraordinarios”.

No tengo la más mínima duda de que esto es así. Si habéis conseguido vencer todas esas dificultades de las que os hablaba antes, además habéis crecido y habéis avanzado más de lo que cabría esperar de los alumnos de cuarto de la ESO de cualquier otro año.

Os deseo, como el resto de profesores, que vuestros destinos sean extraordinarios, porque a partir de hoy comenzáis un camino nuevo, una etapa nueva, un Ciclo Formativo de Grado Medio que quizás os conduzca a uno Superior o al mundo laboral, o un Bachillerato que os lleve a la Universidad para seguir estudiando esa carrera que os gusta desde hace tiempo o tal vez aún no lo sabéis y tendréis que ir descubriéndolo poco a poco.

Sea lo que sea lo que habéis decidido esperamos que esa nueva etapa sea maravillosa y me voy a permitir daros un consejo que ya os he dado alguna vez en las horas de tutoría, decidid siempre con el corazón porque es la única manera de afrontar lo que venga con ilusión y sin miedo. Cuando uno hace lo que le gusta, lo que le entusiasma, el esfuerzo parece más pequeño, parece que la carga es menor y el resultado nos da más satisfacción.

El empeño, el esfuerzo, la ilusión siempre dan fruto a veces no inmediatamente, a  veces parece que no pero a la larga os daréis cuenta de que sí. Todo nos aporta algo, todo nos enseña, nos lleva a alguna parte aunque no sea donde esperábamos en un principio.

Por eso, también queremos deciros que seáis ambiciosos, que tengáis en cuenta vuestras capacidades y vuestras cualidades y que le pidáis más a la vida y a vosotros mismos pero también que seáis generosos y no dudéis en dar más de vosotros mismos. No os pongáis límites, soñad a lo grande, perseguid vuestros sueños y no os dejéis vencer por las dificultades, jamás.

Como decía Robert Louis Stevenson, el autor de La isla del tesoro, “Ser quienes somos y convertirnos en lo que somos capaces de ser es la única finalidad de la vida”.

Toda carta tiene un saludo inicial, un cuerpo y una despedida. Hoy nos despedimos de la promoción de 2021, la promoción de la pandemia, de la semipresencialidad.  Os recordaremos siempre, constantemente, no solo en días alternos. No olvidéis el IES María Moliner que os ha visto crecer durante estos cuatro cursos, con el tiempo os daréis cuenta de que un poco de vosotros se quedó aquí, pero también os lleváis un trocito de él en la memoria y en el corazón.

 

  

Con todo cariño,

Los profesores del Moliner

 



viernes, 4 de junio de 2021

Rosal inglés

 

Rosal inglés

            Quise cortar la flor

más tierna del rosal

Mecano

La belleza siempre nos hace mirar, actuar, ir más allá. Aquel rosal cuajado de rosas nuevas, todas de un mismo brote y cada una de un color, todas iguales y distintas, era demasiado hermoso para no para no pararse a mirarlo. Seguí el paseo sin dejar de pensar en sus matices, en cómo debían de oler aquellas flores. Volví por mis pasos con una sola idea, conseguir un pedazo de él, una rosa, lo que fuera.  Sería mío. Tengo las manos pequeñas, la alambrada no era un problema. Cuando estuve delante de las rosas decidí llamar a la puerta y pedir, tal vez rogar, qué importaba.

Me habría dado un pedazo del que quisiera, la casa estaba rodeada de rosales, tantos colores, tantas flores perfectas, tanta proporción matemática. Aquel rosal tenía historia como todo lo que está vivo la tiene. Una historia antigua de gentes que ya no están, que plantaron rosas, que las cortaron, que hicieron con ellas un ramo para una boda, que quedaron para siempre en una foto entre las manos de una novia. Una historia antigua que hizo llorar a los que quedan, a los que estamos, a los que recuerdan, a los que imaginamos, a los que pensamos en el tiempo, en la vida y en las rosas.

Llegué a casa con un rosal nuevo entre las manos, lo planté, deseé que sus raíces se agarraran a la tierra, como mis manos agarraban el tallo tan débil y tan fuerte como todo lo que comienza. Mis manos tan pequeñas que se habrían colado por un hueco, que habrían peleado por lo que no les pertenecía como si fuera suyo desde siempre, como si solo lo que no es nuestro fuera objeto de deseo, como si el amor fuera un derecho que se ejerce y no un deber que obliga.

Y se agarró a la tierra como hace la vida que comienza. Era un rosal inglés y me regaló una rosa nueva, porque solo se ama lo que te regalan no lo que se toma por la fuerza, lo que es nuestro desde siempre. La vida es como esa rosa nueva, porque la vida está llena de metáforas.


Los que escriben

 

Debe de ser maravilloso pertenecer a ese ejército en el que militan los que siempre saben que decir, los que tienen una palabra de amor o de deseo al borde de los labios y no les importa lo que sea de ellos. Hay otros que tienen que conformase con escribirlo, con dejar salir a través de su mano dominante las palabras que se enredan en sus dientes y su lengua y cosen sus labios para que no salgan de ellos.
Quien escribe no nos dice cómo debe ser el mundo, no está tratando de ordenar el universo, no nos está diciendo qué debemos hacer o a quién debemos amar. Homero no besó a Helena, tal vez lo deseó pero no lo hizo, pudo morir como un dios o como un guerrero pero su vida se perdió en el olvido. Dante y Petrarca solo confesaron su amor en sus versos. Shakespeare no bebió veneno, puede que lo pensara pero no lo hizo, siguió viviendo. Cervantes estaba enfadado, puede que incluso consigo mismo por eso nos enseñó los andamios del relato, los trucos del mago. Austen eligió la independencia porque eso era lo más rebelde que podía hacer por sí misma, mucho más que huir del mundo conocido en los brazos que la ahogarían, perfectos o no. Dickinson pudo explorar su intimidad porque no podía salir de sí misma, Dios sabe qué habría sido de ella. Woolf tenía sus turbulencias, su amigo, su amante y su impresor bajo el mismo techo y seguía necesitando un cuarto propio.
Podríamos seguir así hasta el infinito, la lista de los contrariados, genios o no, es interminable. Pero solo somos eso, contrariados que tratan de poner orden en su propio caos, de decir por escrito lo que sabemos que nunca podremos decir en voz alta. Ese es nuestro don y nuestro castigo por eso nos inventamos un mundo en el que podemos ser dioses o héroes, en el que podemos morir de amor porque hay alguien que muere por nosotros o renacer en el siguiente párrafo. Solo estamos creando el mundo porque nadie quiere el caos.

Tiempo de novelas

 

Hay libros tan profusamente escritos; tan amargamente elaborados que nos dejan en los labios el amargo sabor de la derrota, la sensación en la carne del hierro candente, la cicatriz en el cuerpo que no habrá cirugía que vuelva estética; tan oscuramente trazados que solo podemos saber lo que siente el que está al borde del abismo y oye las sirenas que lo llaman desde el fondo; tan desesperanzadamente hermosos que nos quitan la esperanza para siempre; tan convincentes que nos persuaden de convertirnos en mártires de una religión que rinde culto a un dios que solo se contenta con determinados sacrificios humanos; tan increíblemente crueles que nos dejan para siempre un hueco en las entrañas y no habrá sutura que les valga; tan desaforadamente hueros que el alma de quien se adentre en sus páginas vagará para siempre en el laberinto que tejen sus desmanes y no habrá madeja de hilo que los devuelva a la salida; tan desafortunadamente dolorosos que nos agarran alguna de nuestras arterias principales  y presionan hasta que dejemos de sentir dolor, tan desmedidamente irrespetuosos que se empeñan en enmendar la plana a los que mojaron la pluma en su propio tintero; tan voluptuosamente fáciles que no dejan hueco a la imaginación y provocan un desasosiego existencial para el que no hay remedio conocido; tan calculadamente reales que casi podemos vernos entre sus páginas como si fueran espejos de una atracción de feria; tan enrevesadamente maléficos que nos dejan temblando en mitad de la noche como niños perdidos que ya no pueden volar;  tan irónicamente planeados que la mano que los dibujó todavía se ríe de nosotros aunque nos lleve algunos siglos de distancia; tan sarcásticamente geniales que fueron capaces de escribir derecho en renglones llenos de entuertos; tan asombrosamente ligeros que tienen el poder de llevarnos a lugares y épocas, en los que por suerte o por desgracia no estuvimos, para mostrarnos la realidad tamizada con el filtro de la sorpresa, para instalarnos en el cerebro la comezón de la duda pertinaz; tan incisivamente acerados que nos hacen cuestionarnos nuestra propia existencia y nuestros actos, qué haríamos si estuviéramos allí, si fuéramos víctima o verdugo, si fuéramos buenos o extraordinariamente malos, si no quisiéramos ser buenos, ni valientes, ni redimirnos, si supiéramos que el infierno nos espera y no somos aptos ni para él; tan venturosamente fértiles que nos llenan la cabeza de pájaros que echarán a volar de un momento a otro, dejando el nido tan vacío que no habrá forma de rellenarlo; tan dogmáticos que nos impulsan a levantar la voz desde algún púlpito y convertir en dogma de fe lo que ni siquiera nosotros podemos creer, porque la tentación es tan grande que caer en ella sería como dejarse arrastrar a una fantasía que ni a nosotros mismos nos satisfaría; tan descabalados que olvidamos que solo son ficción.